2.3.12



Solo podía pensar en besarla. Ya habían estado hablando de sexo, las conversaciones siempre terminan en eso, y mas con unas cervezas en el estómago. En una conversación se habían dejado claro como iban las cosas, sin decirse nada se había comprendido todo. Quería besarla y no podía. Transcurrieron unas horas y todo daba igual, comer, beber, hablar, no podía dejar de pensar en imágenes sensuales de ella por la casa. Todo se le venía a la cabeza, un pensamiento detrás de otro. Era hora de dormir y nada podía ocurrir ya, el momento de la despedida era inminente y el se acercaba con los ojos cerrados, sin querer o poder saber que estaba haciendo. No podía hacerlo, tenía que controlarse. Se despidieron con un beso, un roce en la mejilla que supo a poco, luego se dieron un abrazo, simplemente para acercarse entre ellos un poco más antes de separarse durante la noche. De súbito, pocos minutos después se encontraron en el pasillo, solos, una estancia para ellos dos solos. El quería besarla, no pensaba en otra cosa. Quería, de hecho, empezar a besarla para no acabar nunca, para hacerle todas esas cosas que había deseado desde su cama estando abandonado. Para sentir su camiseta rozando con sus pechos y mano en su cintura. Para tocarla y sentirla. Casi sin querer se aproximó rápido hacia ella, como si ese no fuera su cuerpo, e intentó meterse y fundirse con ella por un corto periodo de tiempo, solo intentaba disfrutar como podía, sintiéndola. Se maldecía a si mismo por dentro pero no podía evitarlo. Cada día comía de su panal y vivía en el como si ella fuera la reina. La que todo lo dirigía y mandaba, la que le poseía y le decía que hacer. Esa que había conseguido que el solo quisiera besarla.




Foto: Alcalá.

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