Casa.
Es como si no fuera mi casa,
como si esa no fuera mi cama
y ese mi ordenador.
Por el solo hecho de que él existe
y está presente
me olvido de todo.
Todo lo que normalmente me apetecía
queda en segundo lugar,
apartado por un montón de dudas
y ganas de tenerlo al lado.
Llamar a su puerta,
entrar,
y sentirlo.
Dice que a lo mejor se va,
que lleva tiempo pensándolo.
Si se va todo se acabó.
Y ni si quiera había empezado.
No, quizás no.
Pero cuando estoy en casa me da igual todo.
Foto: segundo cuarto.
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